En la fortaleza de la Knesset de Israel se narra de nuevo la historia y el futuro. El futuro que anhelamos una vez, cuando el monte estaba limpio y despejado. Con la ayuda de la ley de la Nakba (1) y el plan del ministro de Educación de eliminar el tema de los libros de estudios, da la impresión de que el futuro se concentrará en borrar todo lo existente.
Yo recuerdo la Nakba. Yo la vi mucho más que el ministro de Educación, que seguramente solo escuchó de ella. Fue un enfrentamiento muy duro, nada compasivo, con soldados jóvenes que derramaron su sangre frente a un valiente enemigo que finalmente fue derrotado. Pero el enemigo que vencimos no es una incógnita de una función matemática que desaparece sino un pueblo que todavía existe. Sus padres y abuelos fueron excelentes combatientes, de otra manera no se puede explicar cómo nos causaron tantas víctimas.
Me hirieron en la batalla por el Monte Sión, que nunca fue judío. El ministro de Educación debe instruir a jóvenes a ser héroes enseñando que también hubo vencidos, y que ellos también tienen su narrativa. Ellos no tienen hoy la tierra que tuvieron en el pasado, pero tienen su historia, y ningún ministro de Educación podrá borrar una memoria tan fuerte, inclusive, de un pueblo vencido. Los combatientes de la Nakba lucharon como héroes, pero nosotros luchamos mejor.
El hecho de que Israel exista hoy es la verdadera victoria, no borrar las circunstancias de su creación del derrotado. Los alemanes intentaron enseñar su historia sin la Shoá. De nada les sirvió. Hoy en día la Shoá es muy fuerte en Alemania, pues la Shoá fue algo muy fuerte. Ése será el destino de todo tipo de leyes imprudentes de ministros que pretenden corregir la historia.
El ministro de Educación no es el primero que trató el tema. Stalin se preocupó por redactar la historia de la nueva Rusia, pero el pasado la reconquistó. La narrativa convertida en mito es mucho más historia que cualquier ministro de Educación. También es cierto que si a cada niño árabe se le enseñara una y otra vez los poemas de Bialik, si los obligaran a izar la bandera de Israel en sus casas y repetir toda mañana “Shma Israel” (2), y lo obligaran a cantar el Hatikva (3) todas las tardes, todos sabemos que a la noche, en su soledad, él leerá poesía árabe, pues la poesía árabe es él mismo. Esa poesía es el pueblo y de nada vale cualquier artimaña.
Dentro de la fortaleza de la Knesset, antes de mi muerte, pensé que tal vez todavía se podía convertir a este país en un país judío, no de esas huestes de fanáticos que hoy se denominan judíos, sino de aquellos judíos como fuimos hace tiempo, respetando a quien luchó en contra nuestro y fue vencido. Entonces surgirá un verdadero Estado palestino vecino, y la ciudad Jerusalén, cuyo nombre también es Al Quds, será la capital de los dos Estados, judío y palestino, y la paz vendrá a Israel, y sí, digan Amén.
Traducción: Daniel Kupervaser
Notas: (1) Nakba es la denominación palestina de la catástrofe que significó la derrota en la guerra de la independencia de Israel. (2) Shma Israel: Oración de la religión judía. (3) Hatikva: Himno Nacional de Israel en hebreo.