Fuente: Miradas al Sur (11-09-11)
Recordamos a Sarmiento por el gesto severo que nos devolvía su busto al entrar al colegio, como si nos reclamara por faltas aún no cometidas. Ahí está, según lo dicta la liturgia liberal, el infatigable fundador de escuelas y el formador de maestros; el exiliado y el periodista, el hombre de letras y el presidente. Pero también, como un dios bifronte, mostraba otra cara más oscura que pedía no economizar sangre de gaucho.
Representante lúcido y genial de una generación, Sarmiento encierra en sí mismo contradicciones tan fuertes como la pasión de su genio. Volcánico, extremista y exagerado, en sus raíces americanas confluye el ideal europeo al que aspiró desde joven y por el que luchó con la espada (poco), con la pluma y la palabra.
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